TERRA PRETA, EL TESORO ENTERRADO DE LOS INDIOS
Por: Mirbel Epiquien Rivera
Primer acto: Enero de este año en Chachapoyas, en el siempre acogedor café
Fusiones, en medio de una interesante conversación con “Perico” Heredia, buen
amigo pero también una fuente bien informada de las novedades históricas,
científicas y artísticas de esta parte del país. “Perico” me comenta que un
grupo de investigadores extranjeros, de la mano de un reconocido etno
historiador local, publicarían un artículo sobre la confirmación de evidencias de la “terrapreta” en las
montañas de las provincias de Luya y Chachapoyas.
Segundo acto: Febrero, en Iquitos, a 25°C, frente a la computadora y a dos
metros de un ventilador algo ruidoso. Buscando en el internet unos documentos
sobre sistemas socioecológicos, encuentro un artículo sobre tecnologías ancestrales, allí se
hacía referencia a la “terrapreta”. El artículo en cuestión planteaba la
importancia de la “terrapreta” para garantizar la sostenibilidad de la
Amazonia.
Tercer acto: Lima, primera semana de Marzo, recibo un correo electrónico de
un amigo con un artículo de una civilización perdida en la Amazonia en donde
también se habla de la “terrapreta”, ello me lleva a investigar más y
encuentro un blog de agricultura
sostenible con una historia contada por Josiah Hunt, un turista
norteamericano que por casualidad
encontró “terrapreta” en Luya, Amazonas, a unos 3000 metros sobre el nivel del
mar.
El cuarto
acto es el siguiente artículo, que estoy seguro no será el último, porque esta
historia apenas empieza.
Reencontrando la “Terra preta”,
el tesoro enterrado de los indios: Era el año 1879 cuando el explorador norteamericano Herbert Smith
publicó en una revista llamada Scribner’s Monthly, sus hazañas por
tierras amazónicas. Smith narraba aventuras de tapires, caña de azúcar y gente,
pero también escribió sobre la “tierra negra de los indios”, que en la lengua
local brasilera lo llamaban “terrapreta”. Unos años antes, James Orton (1870) y
Charles Hartt (1874) también habían escrito al respecto, pero todos asociaban a
la “terrapreta” un origen natural.
Tuvieron que pasar casi 100 años hasta que en 1980 Nigel J.H. Smith se
atreviera a plantear el origen antropogénico de la “terrapreta”, y no fue sino
hasta 1996 en que el edafólogo holandés Wim Sombroek se instala en Manaos
(Brasil) para trabajos experimentales y fue quién dio a conocer al mundo la
grandeza de estos suelos. El Dr. Sombroek ya conocía la “terrapreta”, que había
sido el tema central de su tesis doctoral allá por el año 1963.
La
“terrapreta” son suelos modificados por
culturas indígenas que habitaban hace cientos de años en la Amazonia, las
fechas son inciertas pero lo seguro es que mucho antes de la llegada de los
españoles a nuestras tierras, la Amazonia tenía extensas áreas cultivables
donde vivían grandes poblaciones humanas sustentadas en la agricultura. Estos
suelos se han encontrado en distintas partes de la selva brasilera así como en
Perú, Bolivia y Ecuador, los tamaños regularmente son de 20 hectáreas pero
también se han reportado lugares con superficies superiores a 350 hectáreas, en
total hasta hoy se reportan unas 50,000 hectáreas, casi todas en las zonas
ribereñas, pero también las hay en partes altas.
Los suelos
de “terrapreta” están compuestos por carbón
vegetal o biochar, que no es otra cosa que la materia orgánica descompuesta
con calor y húmedad, además presenta fragmentos de carbón de madera, fragmentos
de cerámica y altos contenidos de nitrógeno, potasio, fósforo, zinc y calcio.
Los estudios científicos también demuestran que el carbón de estos suelos tiene
estructuras que permiten la estabilidad
química y microbiológica para largos periodos de tiempo (siglos), con 25%
más rico en especies microbiológicas y 70 veces más cantidad de carbón negro
(materia orgánica) que los suelos circundantes. La fertilidad de estos suelos fue probada por el Dr. Sombroek
obteniendo sorprendentes resultados de productividad con respecto a otros
suelos de la Amazonia. Debemos aclarar que los suelos amazónicos son
infértiles, debido a la rápida descomposición de la materia orgánica, las altas
temperaturas y la escasez de minerales estables. Ello quizá ya era reconocido
por antiguas culturas locales quienes lograron diseñar y crear a la
“terrapreta”, un suelo que según algunos entendidos puede auto-regenerarse.
Otro aspecto
interesante de la “terrapreta” es la estabilidad
del carbono, una hectárea de suelo puede contener hasta 250 toneladas de
carbono secuestrado, a comparación de las 100 hectáreas en promedio que poseen
los suelos circundantes. Estas evaluaciones también fueron desarrolladas por
Glaser y Haumaier (2000) y demostraría que “terrapreta” es mucho más eficaz en
el almacenamiento de carbono a comparación de la regeneración de un bosque
tropical en un área determinada, y por lo tanto podría ser una tecnología
importante en la mitigación del cambio climático, de allí que algunos se
atreven a denominarlo como “carbono negativo” en contraposición al “carbono
neutral” que tanto se habla hoy en día en millonarios proyectos REDD.
Recientes
experimentos, como el realizado por Factura y colaboradores (2010), en
biorresiduos y excrementos de una antigua civilización en la Amazonia, reveló
la posibilidad de un sistema de
saneamiento altamente eficiente y sencillo que tenía como producto final un
suelo negro y fértil. Estos suelos son todavía muy fértiles 500 años después de
que esta civilización ha desaparecido.
Hasta allí
la primera parte de la historia, que ya de por si es impresionante, pero la
segunda parte se inicia con la noticia de “Perico” y con lo que cuenta Josiah
Hunt (http://hawaiibiochar.com/one-monday-peru-biochar-and-terra-preta-too/)
quien nos narra cómo es que encontró “terrapreta” en los Andes, exactamente en
los alrededores de la ciudadela de
Kuelap, en Luya, tierra de los ya famosos Chachapoyas, a miles de
kilómetros desde donde han sido reportados los yacimientos naturales. Ello nos
permite hacernos una sería de preguntas sobre nuestras culturas ancestrales,
sobre sus intercambios comerciales, sus
sistemas de producción, su gran desarrollo científico y tecnológico, etc.
Definitivamente apenas conocemos una gota del extenso mar que significó nuestro
pasado y más aún, ¿cuánta riqueza natural
que no es oro, plata o fierro estará enterrado en las montañas de nuestro
país?, por lo pronto estaremos atentos a la publicación prometida por
“Perico”.
Este articulo pondria feliz a mi profe de Edafologia, ing Zapater (Microbiologia del suelo), que llamaba a los agronomos de uso intensivo de fertilizantes y insecticicidas, vendedores de la Bayer. El uso de urea para el era drogal al suelo, quien es un ente vivo. Es un manejo acertado de suelos dado la fragiliadd y acides de los mismos
ResponderEliminarOmar gracias por tu comentario. Un abrazo.
ResponderEliminarMuy interesante, felicitaciones por el artículo. Alguna novedad adicional a la fecha. Alguna investigación por parte de alguna universidad???
ResponderEliminar