miércoles, 16 de abril de 2014

TERRA PRETA, EL TESORO ENTERRADO DE LOS INDIOS
 
Por: Mirbel Epiquien Rivera

 
Primer acto: Enero de este año en Chachapoyas, en el siempre acogedor café Fusiones, en medio de una interesante conversación con “Perico” Heredia, buen amigo pero también una fuente bien informada de las novedades históricas, científicas y artísticas de esta parte del país. “Perico” me comenta que un grupo de investigadores extranjeros, de la mano de un reconocido etno historiador local, publicarían un artículo sobre la confirmación de evidencias de la “terrapreta” en las montañas de las provincias de Luya y Chachapoyas.
 
Segundo acto: Febrero, en Iquitos, a 25°C, frente a la computadora y a dos metros de un ventilador algo ruidoso. Buscando en el internet unos documentos sobre sistemas socioecológicos, encuentro un artículo sobre tecnologías ancestrales,  allí se hacía referencia a la “terrapreta”. El artículo en cuestión planteaba la importancia de la “terrapreta” para garantizar la sostenibilidad de la Amazonia.
 
Tercer acto: Lima, primera semana de Marzo, recibo un correo electrónico de un amigo con un artículo de una civilización perdida en la Amazonia en donde también se habla de la “terrapreta”,  ello me lleva a investigar más y encuentro un blog de agricultura sostenible con una historia contada por Josiah Hunt, un turista norteamericano que por casualidad encontró “terrapreta” en Luya, Amazonas, a unos 3000 metros sobre el nivel del mar.
 
El cuarto acto es el siguiente artículo, que estoy seguro no será el último, porque esta historia apenas empieza.
 
Reencontrando la “Terra preta”, el tesoro enterrado de los indios: Era el año 1879 cuando el explorador norteamericano Herbert Smith publicó en una revista llamada Scribner’s Monthly, sus hazañas por tierras amazónicas. Smith narraba aventuras de tapires, caña de azúcar y gente, pero también escribió sobre la “tierra negra de los indios”, que en la lengua local brasilera lo llamaban “terrapreta”. Unos años antes, James Orton (1870) y Charles Hartt (1874) también habían escrito al respecto, pero todos asociaban a la “terrapreta” un  origen natural. Tuvieron que pasar casi 100 años hasta que en 1980 Nigel J.H. Smith se atreviera a plantear el origen antropogénico de la “terrapreta”, y no fue sino hasta 1996 en que el edafólogo holandés Wim Sombroek se instala en Manaos (Brasil) para trabajos experimentales y fue quién dio a conocer al mundo la grandeza de estos suelos. El Dr. Sombroek ya conocía la “terrapreta”, que había sido el tema central de su tesis doctoral allá por el año 1963.
 
La “terrapreta” son suelos modificados por culturas indígenas que habitaban hace cientos de años en la Amazonia, las fechas son inciertas pero lo seguro es que mucho antes de la llegada de los españoles a nuestras tierras, la Amazonia tenía extensas áreas cultivables donde vivían grandes poblaciones humanas sustentadas en la agricultura. Estos suelos se han encontrado en distintas partes de la selva brasilera así como en Perú, Bolivia y Ecuador, los tamaños regularmente son de 20 hectáreas pero también se han reportado lugares con superficies superiores a 350 hectáreas, en total hasta hoy se reportan unas 50,000 hectáreas, casi todas en las zonas ribereñas, pero también las hay en partes altas.
 
Los suelos de “terrapreta” están compuestos por carbón vegetal o biochar, que no es otra cosa que la materia orgánica descompuesta con calor y húmedad, además presenta fragmentos de carbón de madera, fragmentos de cerámica y altos contenidos de nitrógeno, potasio, fósforo, zinc y calcio. Los estudios científicos también demuestran que el carbón de estos suelos tiene estructuras que permiten la estabilidad química y microbiológica para largos periodos de tiempo (siglos), con 25% más rico en especies microbiológicas y 70 veces más cantidad de carbón negro (materia orgánica) que los suelos circundantes. La fertilidad de estos suelos fue probada por el Dr. Sombroek obteniendo sorprendentes resultados de productividad con respecto a otros suelos de la Amazonia. Debemos aclarar que los suelos amazónicos son infértiles, debido a la rápida descomposición de la materia orgánica, las altas temperaturas y la escasez de minerales estables. Ello quizá ya era reconocido por antiguas culturas locales quienes lograron diseñar y crear a la “terrapreta”, un suelo que según algunos entendidos puede auto-regenerarse.
 
Otro aspecto interesante de la “terrapreta” es la estabilidad del carbono, una hectárea de suelo puede contener hasta 250 toneladas de carbono secuestrado, a comparación de las 100 hectáreas en promedio que poseen los suelos circundantes. Estas evaluaciones también fueron desarrolladas por Glaser y Haumaier (2000) y demostraría que “terrapreta” es mucho más eficaz en el almacenamiento de carbono a comparación de la regeneración de un bosque tropical en un área determinada, y por lo tanto podría ser una tecnología importante en la mitigación del cambio climático, de allí que algunos se atreven a denominarlo como “carbono negativo” en contraposición al “carbono neutral” que tanto se habla hoy en día en millonarios proyectos REDD.
 
Recientes experimentos, como el realizado por Factura y colaboradores (2010), en biorresiduos y excrementos de una antigua civilización en la Amazonia, reveló la posibilidad de un sistema de saneamiento altamente eficiente y sencillo que tenía como producto final un suelo negro y fértil. Estos suelos son todavía muy fértiles 500 años después de que esta civilización ha desaparecido.
 
Hasta allí la primera parte de la historia, que ya de por si es impresionante, pero la segunda parte se inicia con la noticia de “Perico” y con lo que cuenta Josiah Hunt (http://hawaiibiochar.com/one-monday-peru-biochar-and-terra-preta-too/) quien nos narra cómo es que encontró “terrapreta” en los Andes, exactamente en los alrededores de la ciudadela de Kuelap, en Luya, tierra de los ya famosos Chachapoyas, a miles de kilómetros desde donde han sido reportados los yacimientos naturales. Ello nos permite hacernos una sería de preguntas sobre nuestras culturas ancestrales, sobre sus intercambios comerciales, sus sistemas de producción, su gran desarrollo científico y tecnológico, etc. Definitivamente apenas conocemos una gota del extenso mar que significó nuestro pasado y más aún, ¿cuánta riqueza natural que no es oro, plata o fierro estará enterrado en las montañas de nuestro país?, por lo pronto estaremos atentos a la publicación prometida por “Perico”.
 
 

3 comentarios:

  1. Este articulo pondria feliz a mi profe de Edafologia, ing Zapater (Microbiologia del suelo), que llamaba a los agronomos de uso intensivo de fertilizantes y insecticicidas, vendedores de la Bayer. El uso de urea para el era drogal al suelo, quien es un ente vivo. Es un manejo acertado de suelos dado la fragiliadd y acides de los mismos

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  2. Omar gracias por tu comentario. Un abrazo.

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  3. Muy interesante, felicitaciones por el artículo. Alguna novedad adicional a la fecha. Alguna investigación por parte de alguna universidad???

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