viernes, 8 de abril de 2011

¿QUÉ RAYOS ES LA DEMOCRACIA, ¿ESO SE COME?


Por: Mirbel Epiquién Rivera


Hace unos días, en plena estampida de ataques a uno de los candidatos favoritos a la Presidencia de la Republica (al menos en primera vuelta), y el silencio mediático con una candidata de ascendencia oriental, tuve una breve conversación, en distintos momentos, con dos personas a las que conozco algún tiempo, el primero de ellos aún es joven, profesional y provinciano, el segundo tiene unos 46 años, profesional, y representante de lo que se denominaría la clase media limeña. Cuando les hice saber mi grave preocupación personal por la posibilidad de que la heredera de uno de los regímenes más corruptos, autoritarios y criminales de nuestra historia republicana sea premiada con la banda presidencial tuve dos respuestas que hasta ahora me siguen dando vueltas en la cabeza. El primero, mostrando su disposición a votar por dicha candidata, me dijo: “prefiero perder mis derechos a que me quiten la comida de mi familia”, y el segundo me dijo: “debemos ser uno de los países más miserables que hay para volver a elegir siempre a aquellos que nos han quitado la dignidad”.

Ambas respuestas se cruzan de alguna manera, pero son también un reflejo de lo que seguimos siendo. A pesar de los casi 200 años de independencia, aún no hemos logrado entender y menos interiorizar el valor de la libertad y la democracia. Al igual que nuestra época colonial o caudillista aún creemos que el mejor tipo de gobierno para solucionar nuestros problemas es el autoritarismo (llámese dictadura). De acuerdo al “Latinobarómetro”, estudio realizado en 18 países de América Latina, el 52% de la población peruana apoyaría un gobierno autoritario; somos el cuarto país después de Guatemala, Paraguay y Honduras que no tenemos ningún reparo en aceptarlo, es decir, un poco más de la mitad del país no tendría problemas en vivir en un país sin democracia. No es de extrañar entonces que no haya miedo de perder derechos a cambio de un trabajo o repartición de alimentos, casi como un esclavo.

Sin embargo, ¿cuál es la causa, o causas, más profundas de este tipo de reacción nacional?, ¿es acaso que sí somos un pueblo miserable que repite sus nefastas experiencias históricas de cuando en cuando?. Me atrevo a dar unas breves respuestas. Creo que nunca hemos conocido una democracia auténtica, en donde haya control ciudadano sobre sus representantes, en donde se actúe baja un real estado de derecho (gobierno de las leyes), con igualdad de justicia y oportunidad para cualquier ciudadano (sea este un San Isidrino limeño o un awajún de la comunidad de Tunin en la cuenca del Cenepa), con servicios de salud y educación universal (para todos por igual), con respeto por la opinión de los pueblos (sobre todo en actividades extractivas). Es decir, ¿si nunca hemos tenido una democracia, como pensar en que la gente lo pueda reconocer?.

Otro aspecto, muy común en nuestros tiempos, es el lamentable nivel de individualismo y egoísmo que impera en nuestra sociedad postmoderna, de economía neoliberal y globalizada. Se han perdido valores elementales de cooperativismo, altruismo y sensibilidad social. Hoy en día tienes que “machetear”, “pisotear”, “serruchar” y “sobonear” para que puedas tener cierto estatus social, sobre todo económico, sino no serás “exitoso”. Este proceso de pérdida de valores de convivencia social, hace que la gente piense en su beneficio personal y punto, poco importa quién sea el presidente con tal que se pueda ganar alguito.

Creo entonces que no se trata de ser miserables, sino de tener la oportunidad de ser parte de un proceso libertario, y eso no se logra con promesas electorales o con 5 años de gobierno, se logrará con el tiempo, con esperanza y optimismo, dando pequeños saltos de éxitos. Ver indígenas en el congreso, un ex presidente criminal en la cárcel, debatir los derechos de minorías, un creciente interés por los planes de gobierno en vez de payasadas, entre otras cosas que han venido sucediendo en estos años hace que aún no perdamos la esperanza de un país realmente democrático, y debemos seguir creyendo ello. La democracia es una construcción cultural, no una promesa electoral.

Es por eso, al igual que hace 12 años, volvería mil veces a la calle a repudiar a los sátrapas de esa banda delincuencial y autoritaria que ahora quiere regresar al gobierno. Ese es mi compromiso personal, no se tú.