LOS PROGRAMAS SOCIALES EN EL PERU
Por: Elmer Antonio Torrejón Pizarro
Los programas sociales (sobre
todo los programas alimentarios y de subvención económica) se vienen implementando
desde hace más de dos décadas en el país, y su aporte a la mejora de las
condiciones de vida de las poblaciones en pobreza y vulnerabilidad han sido
mínimas; o en todo caso, han hecho que en estos grupos sociales se
“institucionalice la pobreza”, a través del asistencialismo.
La mayoría de los
programas sociales en el Perú, se caracterizan por su poca eficiencia y eficacia de su gestión. Por
otro lado existen problemas de duplicidad de los programas, ya que muchos
fueron creados teniendo en cuenta las lógicas coyunturales políticas,
activistas y reactivas; existiendo programas con el mismo objetivo en sectores
del Estado distintos, con la misma población objetivo, con los mismos
objetivos, independientes unos de otros. No fueron creados de acuerdo a un plan
de política social visionaria y estrategias de desarrollo compartidas e
inclusivas.
Esto ha dado
lugar a una baja eficacia de los
programas sociales. Dado que han logrado metas en coberturas o han alcanzado
productos específicos (número de raciones alimentarías entregadas, por
ejemplo), pero han tenido un bajo aporte a variables de efecto o impacto, como
la desnutrición infantil, mortalidad infantil, mortalidad materna o la
reducción de la pobreza de ingreso. Esta baja eficacia es lo que imposibilita
que el gasto social, se convierta en
inversión social, definida está en función del retorno social del gasto
(mayores capacidades humanas).
Para un gasto social efectivo - e inversión
social posterior - con los programas sociales, se debe fortalecer la armonía viable, aceptable y sostenible entre las políticas
económicas y sociales. Es de suma necesidad un proceso de descentralización
efectiva, que siga fomentando la participación de las instancias locales y
regionales en el diseño y control social del gasto; además de facilitar las
iniciativas de gestión y control social del uso de los programas sociales, al
poder local organizado. Se hace necesario hoy en día, fuertes procesos de
capacitación, aprendizaje y empoderamiento de los programas por parte de los gobiernos regionales y locales; esa es
la lógica de potenciar la
descentralización.
La mínima eficacia
no depende necesariamente solo de criterios técnicos como la buena
focalización. La eficacia también tiene que ver directamente con los enfoques
y con las estrategias desarrolladas por los programas. Así, tenemos que
ver, ajustar y solucionar los siguientes puntos para que los programas sociales
se conviertan en herramientas de inversión para el desarrollo de los grupos
sociales más pobres y vulnerables:
* En primer término, se debe trascender el “chip
asistencialista” de la entrega de alimentos, raciones o dinero hacia una
efectiva utilización de la misma, por la población objetivo. Por ejemplo,
fortalecer la capacitación a madres en la preparación de alimentos con las
raciones alimentarías entregadas por el programa.
* Fortalecer la articulación de los programas
existentes, incluso cuando éstos tengan
logros hasta el nivel de productos. Existen diversos programas que
interviene a veces en los mismos lugares duplicando acciones u operando
independientemente uno de otro. Esto conlleva a gastos innecesarios y a
problemas de gestión superpuestas.
* Otro punto a solucionar en los programas sociales es
su fragmentación territorial, tal que en un distrito con altos índices
de pobreza, opera por ejemplo un programa de agua y saneamiento, pero no el de
asistencia alimentaria, o los de aprestamiento temprano. La confluencia
articulada de componentes sobre una población en pobreza, podría constituirse
en una estrategia adecuada para obtener efectos e impactos en estos programas
sociales.
* En un país tan diverso geográficamente y heterogéneo
culturalmente como el nuestro, es necesario que los programas sociales adopten
los criterios de territorialidad, basados en un enfoque de desarrollo
territorial, entendiendo siempre que el territorio es una
construcción social. Si fortalecemos este enfoque contribuiremos a que
los programas sociales alivien y superen sus problemas de fragmentación
sectorial y focalización. Si pensamos en territorialidad de los programas,
fortaleceremos su monitoreo y evaluación a través información relacionada con
el acceso a activos básicos, potencialidades y características de la población
beneficiaria de espacios específicos con mayores índices de pobreza y
exclusión.
* Un concepto clave de los programas sociales debería
ser la interculturalidad, incorporando la dimensión cultural en sus
diferentes procesos. En un país multicultural, y en donde muchos de los
bolsones de pobreza y pobreza extrema, pertenecen justamente a comunidades
campesinas y nativas donde, creencias diversas, particulares cosmovisiones,
hábitos alimentarios y manejo de la salud diversos, conceptos propios del desarrollo,
etc; los programas sociales tienen que responder estratégicamente y de manera
eficiente a partir de espacios
donde se implemente un “diálogo
intercultural” con sus pobladores.
Es necesario realizar “diagnósticos de entrada” previos a la implementación de
un programa social, para conocer las realidades donde se va a gestionar los
mismos.
* Teniendo en cuenta el punto anterior, la tarea de
los programas sociales en la
lucha contra la pobreza y la inclusión social, es buscar los vasos comunicantes entre
las diversas racionalidades o culturas que habitan el espectro social de
nuestro país. Saber escuchar los que piensan los otros, en un
espacio de dialogo horizontal, no solamente harán efectivas la intervención de
las políticas públicas; sino también, contribuirá a fortalecer la
gobernabilidad y el orden democrático del país.
* Los
objetivos de los programas sociales son
reducir la vulnerabilidad y acceso a derechos básicos, por lo tanto éstos tienen
que fortalecerse como espacios que activan las condiciones adecuadas de
alimentación y salud de las personas para enganchar con programas que
desarrollan las capacidades y oportunidades económicas, justamente de las
personas más vulnerables. Esto no significa que estos programas se conviertan
en asistencialistas o “institucionalicen la pobreza” como mencione
anteriormente, sino que con una gradual y adecuada focalización a nivel
distrital, se evitará los problemas de infiltración y subcobertura.
* En el caso del programa de Comedores Populares y otros
programas alimentarios, es necesario hacer una reestructuración en sus
niveles dirigenciales. La renovación de los dirigentes (muchos(as) de ellos
se encuentran por varios años) que manejan los comedores permitiría romper los
vínculos sociales, familiares, políticos, etc. que limitan la focalización
adecuada de los beneficiarios y la buena gestión de los programas, y por el
contrario conlleva a un beneficio del dirigente. El crecimiento de la
subcobertura y la permanencia de infiltración también está en razón de estos
vínculos construidos. Hay dirigentes y beneficiarios construidos por lazos
consanguíneos y compadrazgos que no están en la línea de pobreza, cuentan con
medios económicos suficientes; y así reciben los beneficios de los programas.
* Los programas sociales no solamente necesitan de la
refocalización, sino también de una reformulación teórica y de enfoques
sobre la pobreza en nuestro país. Los programas sociales no pueden seguir
interviniendo bajo un enfoque univoco de la pobreza tal como lo conocemos. Las
pobrezas en el Perú son diversas y diferentes entre sí. Los pobladores pobres
de zonas rurales de la selva, ande o asentamientos humanos urbanos tienen
dinámicas heterogéneas en torno al desarrollo de sus pobrezas; por lo tanto, es
necesario reconceptualizar y/o reformular la forma de intervención y gestión de
los programas sociales.
Los programas
sociales en el Perú requieren de ajustes estratégicos y adecuados para poder
convertir el gasto en una “inversión social” sostenible. Es necesario hacer del
asistencialismo o la “institucionalización de la pobreza”; la
“institucionalización” de nuestras oportunidades y capacidades. Los
programas sociales son claves en países en vías de desarrollo como el nuestro,
pero se tienen que construir bajo paradigmas que respondan las necesidades y
realidades de sus beneficiarios y no a respuestas de coyunturas políticas o
electoreras.
Lamentablemente
esto último es la historia del apoyo social institucionalizado en nuestro país.
Necesitamos de nuevos enfoques y “nuevas reglas” al momento de referirnos a los programas; pero
también de una nueva clase de gestores políticos y técnicos que puedan
hacer de los programas sociales una herramienta que permita mejorar la
calidad de vida de las poblaciones más pobre y vulnerables. Una ardua tarea
que requiere el compromiso de tod@s los peruanos.
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