martes, 10 de julio de 2012

LA LÍNEA DIFUSA ENTRE LO POLÍTICO Y LO TÉCNICO

Por: Mirbel Epiquién Rivera

En los últimos meses, como causa de los rebrotes de conflictividad social, hemos escuchado recurrentemente como se divide un determinado tema entre lo técnico y lo político. El cambio del primer gabinete de este gobierno se dice que obedecía a criterios más técnicos que políticos, incluso el Primer Ministro mencionó que este era un gabinete más  técnico que político. Los peritos extranjeros que hicieron una evaluación en Conga mencionaban que estaban haciendo un trabajo técnico y no político. Finalmente,  las protestas en Cajamarca y El Espinar fueron señaladas (a manera de acusación) como políticas más no técnicas. ¿Pero qué significa actuar técnica o políticamente?, ¿Cómo se dividen estos aspectos en la gestión pública?, ¿Es criticable actuar de una u otra manera?.
Recuerdo que hace unos años, en mi paso por una institución pública, tenía como parte de mi equipo laboral a una entusiasta abogada. Cada vez que se presentaba un problema algo complejo de entender en términos metodológicos o procedimentales ella me decía; “eso te lo dejo a ti porque es un tema técnico”. Siempre me pregunté ; ¿los asuntos legales, administrativos u otros que escapasen del análisis científico per se no tenían técnica?. Si entendemos como técnico al conjunto de procedimientos y protocolos por el cual se pretende alcanzar un resultado proyectado entonces pocas serían las acciones del ser humano que no necesitan de técnica alguna.

Sin embargo es importante contextualizar  la discusión. En Perú se ha generalizado la idea de que solamente las autoridades elegidas  o designadas por un poder son los únicos que pueden pensar y actuar políticamente. Y que los demás miembros de la sociedad, o acatan las decisiones del “político” o juegan sólo un rol “técnico”. Como si la política fuese un privilegio de un reducido grupo de personas que tienen las fórmulas mágicas para solucionar nuestros problemas.  Esta forma de pensar es el resultado de la impopularidad, y desconocimiento, de la política en nuestra sociedad. Aquí es importante señalar que la política no es otra cosa que el ejercicio del poder, sea este un poder natural u otorgado, de esta manera nuestra vida personal, familiar o social en general está basada en el ejercicio del poder.  Entonces podemos mencionar que día a día nos desenvolvemos políticamente, sea con uno mismo, en nuestra casa, en nuestro trabajo, en nuestros grupos sociales, etc. Sólo uno de esos tipos de política, el de los gobiernos transitorios en democracia, que se conoce como política partidaria, es el que de alguna manera está totalmente desacreditado en el país. Por ello cuando uno se dice apolítico o que detesta la política, tendría que preguntársele a qué nivel de la política se refiere. No ha de ser que su “política es la de autoproclamarse apolítico”.
La política en general tiene un factor clave en la ejecución del poder, y es que para tomar una decisión se puede basar en información o en “reflejos” , este último tiene un criterio más subjetivo, pero no por ello deja de tomar en cuenta la experiencia como sustento. Vale decir, hasta el denominado “olfato político” se basa en información acumulada en nuestro cerebro, lo que nos permitirá tomar una decisión con las consecuencias que estas puedan acarrear. Por citar un ejemplo, un funcionario público que recurre en actos de corrupción se basará en la información generada de su propia experiencia en la que un acto delictivo es poco o nada castigado por la sociedad (salvo por la política de indiferencia nuestra), por lo que aprovechará su situación para seguir delinquiendo. 

Entonces, si la política tiene una base técnica de procedimientos y empírica por acumulación de información, ¿cómo es que nos atrevemos a separar lo técnico de lo político?. En sentido inverso, todos aquellos que realizan una actividad denominada “técnica” se desenvuelven en ambientes políticos diversos, desde un criterio político personal, pasando por los contextos políticos de las estructuras sociales en donde realiza su actividad, la política del sector para el cual trabaja y finalmente los interés políticos nacionales y supranacionales.
Quizá por una cuestión de practicidad se haya separado a las personas que se limitan a obtener datos e información, de los que la usan o no la usan, para tomar una decisión política particular (de poder). Pero ello no quiere decir que haya dos mundos diametralmente opuestos. Ambas acciones humanas; generar  información  y tomar decisiones, se entrelazan, se retroalimentan y conviven entre sí. Es por ello que cuando se escucha decir que una protesta es técnica, o que los intereses de un actor político deben de ser técnicos, etc., sólo nos queda concluir que hay un interés por confundir, engañar o manejar una situación a favor de,¡¡ ohh sorpresa!!, otros intereses políticos, legítimos, pero políticos al fin y al cabo. 

El asunto de debate no debiera ser si un tema es técnico o político, sino por qué hay todavía tanta indiferencia de gran parte de la sociedad en participar de los procesos políticos. Mientras sigamos creyendo que la labor política es de sólo unos “cuantos gatos” seguiremos quejándonos de lo mal que no está yendo. La pelota está en nuestra cancha, bueno, siempre lo estuvo.

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