EL "PACORRUNTO" Y EL CULTO AL AGUA, UNA INMINENTE DESTRUCCIÓN
Por: Mirbel Epiquién Rivera
En la vía Chachapoyas – Leimebamba, en la zona denominada “Pumachaca”, y a un metro y medio de distancia de la carretera, podemos encontrar al menos una tonelada de roca de origen volcánico que tiene algo particular y que le hace distinta a las demás. Una parte de la roca presenta una imagen tallada en alto relieve, de unos 180 cm. de largo. A decir de algunos entendidos se trataría de la imagen del “pacorrunto” o mono choro de cola amarilla. Aunque como menciona Mariella Leo, de la ONG APECO, y pionera en el estudio de esta especie emblemática, la iconografía es una cuestión de interpretación personal. Por ello quizá el hecho de que muchos vean a un puma envés de un mono.
Lo curioso de esta historia es que dicha roca está al costado de la carretera, y es diariamente vista por todos los que transitan en ella. Al estar totalmente expuesta ha sido objeto de numerosos actos de destrucción, uno de los brazos de la imagen está destruido y se nota claramente que fue hecho con una roca o alguna herramienta dura.
Las primeras impresiones cuando descendemos del auto fue preguntarnos ¿qué está haciendo acá?, ¿por qué hasta hoy no lo han rescatado y llevado a algún lugar seguro?, ¿Cómo es que una pieza arqueológica de tamaña importancia haya sido “olvidada a su suerte”?. Una sensación de admiración e indignación se apodera de todos, y luego de la sesión fotográfica de rigor empezamos a plantearnos propuestas para rescatarla y llevarla a un lugar seguro.
Un par de días después, un amigo Chachapoyano, Francisco Merino, me comenta que alguna vez, con la Municipalidad de Chachapoyas, quisieron mover la roca y llevárselo a otro lugar para protegerlo, sin embargo les explicaron que dicha roca formaba parte de una estructura mayor, cuyas evidencias se encontrarían tapadas por la vegetación, el complejo en general se trataría de lugar en donde se rendía culto al agua. Este hecho le brinda muchísima más importancia, no sólo a la roca sino a todo el lugar.
Como el presente artículo no es de carácter arqueológico, sino más bien de reflexión sobre el estado actual de un resto arqueológico en particular, deslizo por lo tanto algunas ideas de cómo abordar uno de los tantos casos de descuido de nuestra riqueza cultural en Amazonas.
1. De acuerdo a la versión de Francisco, cuyas fuentes son fidedignas y serias, la roca es sólo una parte de un complejo grande. De ser así, la carretera, y su posible ampliación se convertirían en una amenaza para la intangibilidad del lugar. Ello conlleva a rediseñar el trazo de la carretera en dicho sector, de tal forma que no se afecte las estructuras o evidencias de dichas estructuras. Obviamente que es importantísimo hacer una evaluación arqueológica previo a todo, y sería óptimo revalorizar el lugar.
2. De darse el caso que no se pueda rediseñar el trazo de la carretera (que sería un argumento perverso, porque siempre se puede hacer), lo que se tendría que realizar es un rescate de todo lo que sea posible, incluyendo la roca. Para ello se tendría que tener en cuenta todas las recomendaciones técnicas del caso, y claro el presupuesto para la operación tiene que estar asegurado, así como el lugar en donde se depositarán las piezas. Creo personalmente que nunca deberíamos llegar a esta segunda posibilidad.
3. Actualmente, y como nunca había pasado, se están destinando cientos de millones de soles para fortalecer la actividad turística en el sur de Amazonas, me estoy refiriendo a los fondos de la Agencia de Cooperación Internacional Japonesa (JICA), y al MINCETUR, que a través del Plan COPESCO, están empezando a intervenir en varios distritos de la cuenca alta del Utcubamba. Sería prudente y estaríamos a tiempo de incluir (si es que aún no se ha hecho), este caso especial en lo programado por ambos entes, asegurando así los recursos que se puedan necesitar para su protección.
4. Finalmente, como ciudadanos y descendientes de la cultura Chachapoyas, una de las culturas más ingeniosas, valientes y misteriosas del país, nos toca involucrarnos de una vez por todas con nuestra innegable identidad y cultura. Sólo cuando nos sintamos parte funcional de algo más allá de lo tangible podremos ser defensores, promotores y articuladores de un verdadero proceso de desarrollo local.
Al tomar el auto de regreso a Chachapoyas, un poco acongojados, pensamos en cuantas rocas, construcciones, tumbas y otros restos se encuentran por allí desparramados, al asecho de huaqueros, vándalos o simplemente desconocedores de su significado. ¿Será este comportamiento cruel para con nuestra riqueza cultural que nos convierte en víctimas de ignominia ante el mundo?, o peor aún, ¿será que al ir matando nuestra identidad y cultura nos convertimos en seres vacuos y serviles?, yo creo que sí.
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