martes, 15 de septiembre de 2015

EL DERECHO DE INFORMACIÓN

Por: Jorge Reina Noriega
 
 
El callar algo que todos lo saben, no es un acto de prudencia, ni tampoco el temor a ser comprometido, sino la cobardía de esconder nuestro estado pusilánime que permite la corrupción y la podredumbre de autoridades o gobernantes y también acepta,  la desgracia de los valientes que los enfrentan.
 
Nuestra tierra es un paraíso, donde muchos aventureros llegan a hacer fortuna y convertirse en celebridades, porque son conscientes de que nuestro Pueblo es pacífico y tolerante del abuso de mequetrefes, que en otros sitios pasarían inadvertidos.
 
Ante la indiferencia de nuestra gente, los que creen que todo lo pueden, se convierten en señoritos de saco y corbata o damiselas de blondas y terciopelos, que se escudan de tras de sus adulones  y chupamedias, que también son sin vergüenzas  y sin escrúpulos, que sacan provecho, a escondidas,  de tras de bambalinas y gozan llevando chismes o falsos comentarios para el malestar de gente decente, que resulta  mancillada, en su honor y su prestigio.
 
Al que se atreve a alzar la voz y denunciar atropellos, lo enjuician o encarcelan…,  lo vituperan y lo censuran, les piden indemnizaciones o pago de regalías y hay individuos de letras y abogadillos de pacotilla que se prestan a tales afrentas, denigrando la profesión de personajes ilustres que sacan brillo a su investidura de hombres de leyes y del Derecho.
 
Mucha de nuestra gente se muere de hambre en las alturas de nuestras serranías o en los enmarañados bosques de nuestra selva virgen, ausentes del auxilio de una alimentación mínima elemental o de medicinas simples que les ayuden a soportar o curar sus dolencias y enfermedades y esto, no es una noticia de último minuto o una primicia para la gente, son situaciones que pasan inadvertidas por todos nuestros semejantes indiferentes a la desgracia ajena, de allí lo importante del Periodismo para hacernos abrir los ojos y restregarlos hasta que revienten lágrimas por el dolor de nuestros hermanos.
 
Es cierto, el periodismo radial, televisivo o escrito, en estos momentos viene pasando por una etapa de severo ataque en la capital de la república, como es de conocimiento general, porque hay señoritas o señoronas con los calzones bien puestos, que se han atrevido a denunciar a los intocables, a los intangibles y respetables,  a los majestuosos y sagrados, sin embargo, no hay entidades o asociaciones de personajes o de hombres con cojones bien rayados, que hagan causa común y a nivel nacional, alcen su voz de protesta por atropellos al Derecho de Información, que tiene todo el pueblo de nuestra Patria, sin tomar en cuenta, cómo o por qué medios, se obtuvo la fuente de su denuncia ante la opinión pública.
 
Nuestra Región Amazonas, ahora superpoblada en sus urbes, localidades y suburbios por gente forastera y con sus hijos paridos de sus entrañas, lejos de sus querencias, declaramos, que  no somos ni estamos apartados de nuestras necesidades, miserias y carestías, razón por la cual aplaudimos a los que tienen el coraje de gritar y reclamar por el bienestar de nuestra gente, aunque sean calificados como orates u hostiles adversarios y también criticamos a la prensa que cómoda y placentera, hace uso de su silencio cómplice y encubridora de corruptelas y no tiene la valentía de defender a los que  salvaguardan y luchan por la moral de nuestros pueblos.

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