GRACIAS POR LA
REGION AMAZONAS
Por: Jorge Reina Noriega
Bueno pienso que los de mi
generación, por razones obvias, no
conocemos a Richard Torres, siendo como
es, todo un personaje a nivel nacional y un
paisano que naciendo en la Villa de Lamud, hizo el milagro de que casi todo el
pueblo del Perú, conozca a través de la televisión toda la belleza de nuestra Región.
Este jovencito que no llega en
edad al cuarto de siglo, gracias a su talento de artista, despertó la inquietud
en la señora Magali Medina, una de las periodistas más importantes del
espectáculo, que a través de su programa televisivo, mostró generosamente los atractivos
naturales, las ruinas arqueológicas, las fiestas y costumbres, la gastronomía y
sobre todo la bondad de nuestra gente.
Los que estamos residiendo
fuera de nuestra tierra, nos hemos quedado sorprendidos como relatan la forma
tan fácil de llegar a nuestra Región. Comprobamos que las vías de comunicación por carretera pueden
conducirnos en un tiempo relativamente corto, desde la costa hasta Chachapoyas,
en un viaje placentero que nos muestra la diversidad de microclimas que hacen
de nuestro suelo, una tierra privilegiada.
La señora Medina, también
sorprendida, nos mostró un universo de turistas de diferentes nacionalidades
procedentes del Japón, de la India, de Estados Unidos, de Holanda, de Alemania,
de España y de muchos países del otro lado del Atlántico y el Pacífico. Todos
ellos, no se cansaban de repetir, a voz en cuello, la alegría de haber conocido
un pedacito de este Perú, que ha permanecido por mucho tiempo en el olvido y
aislado del modernismo, como sigue estando ahora sin la vía aérea que sería un
medio de transporte que elevaría potencialmente el turismo y debe ser la
preocupación prioritaria de las autoridades bien intencionadas.
Sin embargo, mirando nuestra
realidad, seguimos argumentando, que es por culpa de las autoridades la
postración de nuestra región Amazonas. Que sus promesas nunca se cumplen. Que
pasa el tiempo y no empieza a despegar el progreso y así una serie de
comentarios que no nos conducen a nada bueno. Somos incapaces de quitarnos la
venda de los ojos y reconocer valientemente que, más que de las autoridades, es la desidia y el conformismo de nuestros
habitantes, tanto de los que están en nuestro suelo, como de los que vivimos
fuera. Que los que están allá, se conforman con las gotitas como de limosna,
que los dejan los que nos visitan, que sacando mal o bien, bastante o poco, no
se esfuerzan en nada por mejorar los servicios que dan y creen que es
obligación, solo de contadas personas, el hacer conocer nuestras bondades y
ellos llenarse los bolsillos… de los que vivimos lejos, so pretexto, de que no tenemos tiempo, se nos pasea el
alma y solo nos acordamos en las festividades, cuando tenemos que irnos a
palanganear, a recibir atenciones y esconder con vergüenza nuestra inacción e
inoperancia.
Por eso,… cómo no aplaudir la
hazaña de Richard Torres al visitar la tierra de sus ancestros, al sentirse
orgulloso de pasearse en su placita de Lámud, contemplar con pena que la casa
donde vivió, ahora convertida en un alojamiento, tiene que pedir permiso para
poder visitarla,… mirar cuando se baña
en el río, no solo el cuerpo, sino también el espíritu y a Dios dice: tarea
cumplida,… porque no es el agua que lo refresca, es su voluntad de servicio, la
que muestra.
En todo el tiempo existen, personajes
que en forma voluntaria y ad honoren se esfuerzan en difundir nuestro patrimonio
cultural. Para nadie es desconocida la fotografía de la entrada de la Fortaleza
de Kuélap que apareció en la revista Life, hace muchos años y donde se aprecia
a nuestro gran amigo, el artista Roberto
Arce Tuesta, que valiéndose de su ingenio y esfuerzo fue el primero en mostrar
al mundo entero la majestad de las paredes “de piedra y granito, de leyenda y
de misterio” que fue la inspiración para que nuestro laureado poeta Mariano
Peláez Bardales compusiese su “Canto a Kuélap” que es uno de los poemas que
enorgullece a los que hemos nacido allá en la tierra de las nubes “en la cima
de la montaña, sobre el vuelo del cóndor, donde anida el águila y reposa el
viento” como dice nuestro desaparecido y llorado escritor.
También cómo no nombrar a otro
desaparecido personaje, que duerme en el olvido de nuestros recuerdos, el
profesor Carlos Gates Chávez, que con su periódico “Campanadas” se esforzó por
divulgar todas las riquezas arqueológicas de nuestra vasta Región, y que en esa
época, fue muchas veces ignorado por la presencia de un extranjero como Gene
Savoy, que sin desconocer su obra, usó muchos de sus descubrimientos de ruinas
y documentos, que hasta ahora, en nuestros días, siguen sirviendo de material
de consulta de los estudiosos de nuestro patrimonio cultural y tal vez por desconocimiento o egoísmo ni siquiera
mencionan a uno de los pioneros de nuestra arqueología.
Seguro estoy y sin lugar a
equivocarme, ahora abundan personas que con estudios superiores, tienen la
capacidad de ser mensajeros autorizados para difundir en todos los campos del
quehacer humano, toda la riqueza de
Amazonas y permitir que sea una ruta obligada de turistas nacionales y
extranjeros, empezando por la Fidelísima ciudad de Chachapoyas, para justificar
lo que en una ocasión dijo una señora Ministro de Turismo y Comercio Exterior,
que si le darían a escoger, ¿en qué lugar del Perú pasaría sus últimos días?,
dijo sin titubear: en la ciudad de Chachapoyas con sus casitas de paredes
blancas y techos de tejas rojas, con la tranquilidad y amabilidad de su gente.
Por eso, cómo no sentir alegría
cuando Homero Oyarce, canta en Estados Unidos y en el mundo entero, su “mamita
María” y menciona su Chilingote y sus vaquerías de Calla Calla y recuerda el
frío de sus punas o el clima templado de sus valles y se le infla el pecho y se
le humedecen los ojos, pero, su corazón quiere reventar, por el orgullo de ser amazonense, o, también
un poquito más arriba, junto al Polo Norte, el jovencito Felipe Paredes, nacido
en el Canadá, hijo de un chachapoyano, canta en español, el vals “Amazonas” y
la polka “Chachapoyas” y al bordoneo de su guitarra se sumerge lleno de
añoranza en su finca de Calpilón, allá a la orilla del río Utcubamba, de donde
no quisiera irse nunca más.
Gracias a todos por lo que hacen
por esta maravillosa tierra de Amazonas, pues particularmente a mi me cuesta
entender que estoy lejos y hasta casi sin esperanzas de regresar a vivir en
Amazonas, donde he vivido mis años mozos, disfrutando de mis sentimientos, de
mis anhelos, de mis esperanzas. Aún recuerdo, cuánto me costó alejarme de sus
cerros, de mis seres queridos, de su gente, de su clima, de sus lluvias
torrenciales que lavaban el suelo con agua venida del cielo, de su sol
reluciente que calentaba el día y de su luna y sus estrellas que iluminaban sus
noches paradisiacas.
Difícil es regresar, para
volver a irse. Hoy están en mi mente vivencias que dejaron heridas incurables,
que despedazaron mi existencia y me hacen ser consciente, que me queda mucho
menos de vida, para seguir gozando de nuestra tierra bendita.
Por eso sin egoísmos, Dios
sabe cuánto agradezco a las personas oriundas y foráneas, que son muchas y
es imposible nombrar a todas, que se
esfuerzan para hacer conocer esta Región Amazonas, que es un emporio de riqueza
en nuestro Perú, al igual que todos los departamentos de nuestro Territorio
Nacional.
“AYÚDAME A AYUDAR”
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