EL DERECHO DE
INFORMACIÓN
El callar algo que todos lo
saben, no es un acto de prudencia, ni tampoco el temor a ser comprometido, sino
la cobardía de esconder nuestro estado pusilánime que permite la corrupción y
la podredumbre de autoridades o gobernantes y también acepta, la desgracia de los valientes que los
enfrentan.
Nuestra tierra es un paraíso,
donde muchos aventureros llegan a hacer fortuna y convertirse en celebridades,
porque son conscientes de que nuestro Pueblo es pacífico y tolerante del abuso
de mequetrefes, que en otros sitios pasarían inadvertidos.
Ante la indiferencia de
nuestra gente, los que creen que todo lo pueden, se convierten en señoritos de
saco y corbata o damiselas de blondas y terciopelos, que se escudan de tras de
sus adulones y chupamedias, que también
son sin vergüenzas y sin escrúpulos, que
sacan provecho, a escondidas, de tras de
bambalinas y gozan llevando chismes o falsos comentarios para el malestar de
gente decente, que resulta mancillada,
en su honor y su prestigio.
Al que se atreve a alzar la
voz y denunciar atropellos, lo enjuician o encarcelan…, lo vituperan y lo censuran, les piden
indemnizaciones o pago de regalías y hay individuos de letras y abogadillos de
pacotilla que se prestan a tales afrentas, denigrando la profesión de
personajes ilustres que sacan brillo a su investidura de hombres de leyes y del
Derecho.
Mucha de nuestra gente se
muere de hambre en las alturas de nuestras serranías o en los enmarañados
bosques de nuestra selva virgen, ausentes del auxilio de una alimentación
mínima elemental o de medicinas simples que les ayuden a soportar o curar sus
dolencias y enfermedades y esto, no es una noticia de último minuto o una
primicia para la gente, son situaciones que pasan inadvertidas por todos
nuestros semejantes indiferentes a la desgracia ajena, de allí lo importante
del Periodismo para hacernos abrir los ojos y restregarlos hasta que revienten
lágrimas por el dolor de nuestros hermanos.
Es cierto, el periodismo
radial, televisivo o escrito, en estos momentos viene pasando por una etapa de
severo ataque en la capital de la república, como es de conocimiento general, porque
hay señoritas o señoronas con los calzones bien puestos, que se han atrevido a
denunciar a los intocables, a los intangibles y respetables, a los majestuosos y sagrados, sin embargo, no
hay entidades o asociaciones de personajes o de hombres con cojones bien
rayados, que hagan causa común y a nivel nacional, alcen su voz de protesta por
atropellos al Derecho de Información, que tiene todo el pueblo de nuestra
Patria, sin tomar en cuenta, cómo o por qué medios, se obtuvo la fuente de su
denuncia ante la opinión pública.
Nuestra Región Amazonas, ahora
superpoblada en sus urbes, localidades y suburbios por gente forastera y con
sus hijos paridos de sus entrañas, lejos de sus querencias, declaramos, que no somos ni estamos apartados de nuestras
necesidades, miserias y carestías, razón por la cual aplaudimos a los que
tienen el coraje de gritar y reclamar por el bienestar de nuestra gente, aunque
sean calificados como orates u hostiles adversarios y también criticamos a la
prensa que cómoda y placentera, hace uso de su silencio cómplice y encubridora
de corruptelas y no tiene la valentía de defender a los que salvaguardan y luchan por la moral de nuestros
pueblos.
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